Con estas magníficas palabras se abre "Casino", una película perfecta en su hipertrofia; tramposa y exagerada, un arrebato de sangre, pasiones, traiciones y lealtades, un exceso en fondo y forma. Y una de mis películas favoritas.
Cuenta los entresijos de un casino en Las Vegas con todos sus chanchullos (impresionantes los primeros cuarenta minutos en los que Scorsese te planta casi un documental sobre el funcionamiento de estos luminosos garitos en medio del desierto), te mantiene en tensión con la peligrosa vida de estos personajes, siempre al borde de un disparo en la nuca. Pero sobre todo, lo que más recuerdo es esa historia de amor entre Robert de Niro y Sharon Stone.
Ella es una prostituta de lujo que suele trabajar por el casino. Él está al mando de todo, la quiere, y sabe cómo conseguirla: puede darle las joyas, los vestidos, el dinero que ella desea. Está enamorado.
Pero no es tan fácil. Ella sigue prendada de su chulo desgreñado y de las drogas, pero Sam, el personaje de Robert de Niro, le perdonará todo. Incluso sabiendo que, en su mundo, cualquier elemento de inestabilidad te puede llevar a un hoyo en mitad del desierto.
Así, la trama más gangsteril y la sobrecogedora historia de amor se van entrecruzando como sólo puede hacerlo un maestro de la narrativa, sumándose la una a la otra para acabar en una media hora final tan trágica y desesperante que duele mirarla, con todo (las relaciones, los edificios, las vidas) desmoronándose ante nuestros ojos. Tenía que acabar así, era inevitable, lo hemos visto levantarse con cimientos podridos; pero sin embargo te parte el alma.
Para el final de esta obsesiva historia de amor que tanto se repite en mi memoria, Scorsese utilizó un homenaje cinematográfico-musical que en mi opinión es muy inteligente y original: un tema de la banda sonora de otra película, "El desprecio", que también hablaba de la descomposición de una pareja pero esta vez desde el punto de vista deliciosamente misógino de Jean-Luc Godard. Así, si identificamos esta melodía en la banda sonora funciona como subrayado y contextualización de la crisis fatal que estamos viendo en pantalla. Y si no, como dice Scorsese, disfrutamos de "la música más triste del mundo" firmada por Georges Delerue.